Las Utopias
per Luís Domingo Millán
Las utopías tienen nombre de mujer, sólo los no soñadores han tenido aciertos en los cuentos chinos del avestruz, porque el amor, a secas, es un invento del hombre para remediar la reproducción de la raza. El anhelo es como un fantasma que se sabe que existe pero no se ve, es un espectro inmaterial como fuente de saciedad de ideas para afianzarse en un mundo donde nada ni nadie es perfecto a pesar de sus imaginaciones. Por eso, el ser humano necesita las utopías, como un juego sin dados, que le aproxime a la excelencia como una finalidad para revestirse de un mundo de total armonía con su entorno.
Dado que el fin de las fábulas es su propia descripción de una sociedad como meta para dar cabida a todo tipo de especulaciones, al final, nunca llega a cumplirse al no poder implantar su estado filosófico por ser sólo suposiciones de orden mental como falacias de sueños despiertos. Si tomamos referencias de las distintas utopías en toda nuestra historia ninguna llega a establecerse en nuestra evolución como entidad. Basta mencionar algunas para ver desde la República de Platón con tésis más propia de un comunismo dictatorial cuya base se sustenta en tres puntos: Los gobernantes, los guardianes y los productores. Por cierto, fue el filósofo Platón en su obra quien situó a todos los artistas encerrándolos en campos de trabajo.
La idea irrealizable en el momento que se concibe en el campo católico no tiene desperdicio, que se lo digan a San Agustín con su Ciudad de Dios, es de lo más canallesco, al decir que los estados o ciudades nacidos de Caín y sus pecados están condenados y su solución fantasiosa pasa por hacer la urbe del Todopoderoso un lugar sin culpabilidad, donde reinaría el amor, la paz y la justicia, es decir, una especie de reino de Cristo donde todo sería perfecto.
Las procesiones de las utopías son largas y variadas desde la gargantúa de François Rabelais en el siglo XVII hasta la nueva Atlántida de Francis Bacon. Han tenido un largo rosario de búsqueda pasando por el siglo XX con los comunismos y movimientos libertarios de auto-gestión y las quimeras socialistas o revolucionarias de comunas, llegando hasta las comunidades hippies de los años 60 hasta un larguísimo etcétera de utopías ya sean económicas, sociales o sectarias en el infinito de lo inimaginable del pensamiento humano. En el campo experimental de la indagación del esplendor, la utopía se configura como un juego de la oca con sus variantes y ecuaciones para liberar el pensamiento de la mediocridad rutinaria del conformismo existencial. Siempre se desea un lugar ideal para hallar nuevas filosofías que nos ayuden en el juego cósmico de nuestros sueños porque el ser, desde que tiene uso del conocimiento, siempre ha deseado la conquista de los espacios siderales llegando con su imaginario como meta en la finitud de su evolución con modelos inalcanzables aunque éstos nunca lleguen a realizarse en sus mundos de pompas de jabón.
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